Cuando nos cuesta estar con nosotros mismos, con nuestros estados internos, con nuestra historia o con sus efectos, a menudo se nos complican las relaciones, que se desestabilizan, se llenan de conflictos, o simplemente no dan más satisfacción. Esto genera experiencias intensas de soledad, tristeza o rabia, tendencia a aislarse o a llenarse de relaciones sin una pausa para sí mismos. A menudo el cuidado y la atención hacia nosotros mismos se reducen y/o incrementa la percepción de peligro, la preocupación, o la tristeza, la desgana y el nerviosismo.
La posibilidad de ofrecer un espacio al mundo interno, a nuestras emociones, pensamientos, y sensaciones, nos ayuda a regularlas y a través de la relación terapéutica, a que se puedan manejar con más facilidad también en la vida cotidiana. Esto generalmente conlleva una mayor estabilidad y bienestar relacional, desarrollando también una capacidad selectiva respeto a las personas que elegimos para compartir nuestra vida. Además es posible ocuparse de situaciones específicas, problemáticas relacionales comunes, o relaciones específicas, para incrementar la consciencia, la comprensión, la posibilidad de manejarlas y el sentido de autoeficacia personal.